Renée Vivien (Traducción de Aurora Luque)
N u e s t r a e s l a n o c h e
Hora del despertar... Abre tus párpados.
A lo lejos afila sus luces la luciérnaga.
El asfódelo pálido emana puro amor.
La noche llega. –Vamos, amiga extraña mía.
La luna reverdece el azul de los montes.
La noche es nuestra. El día, que sea de los otros.
Sólo escucho en la hondura de bosques taciturnos
el crujir de tu ropa, de las nocturnas alas.
El acónito en flor, de un blanco quejumbroso,
exhala sus perfumes, sus íntimos venenos...
Un árbol traspasado con un soplo de abismos
nos cerca con sus ramas, ganchudas como dedos.
El azul de la noche se expande y fluye. Ahora
es más ardiente el goce y es la angustia mejor.
El recuerdo es hermoso como un palacio en ruinas...
Fuegos fatuos, entonces, recorren nuestras vértebras,
pues resucita el alma de las tinieblas hondas.
Solamente la noche nos convierte en nosotras
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