Carmen Ruiz Fleta
Ayer estuvo en este Jueves Poesía. Las voces de Zeta primerizas hablan de ella como seguidora del dios de los perros, sonámbula en los riscos más complicados de la vida. Yo monté en el R5. Lo recuerdo en la calle del Chaplin. Siempre terminan volando balas por encima de nuestras cabezas. Todos con nuestros demonios de miel y Lorca, con las nanas en silencio para esta ZiudaZ furia. Pero tenemos al tío Antonio y mil cosicas más.
Inédito extraído del manuscrito Cinco días de Agosto (y copiado del blog de Ana)
EL ERRECINCO
Yo no tengo un Audi 100,
pero tuve un Renault 5 al que llamaba errecinco.
En realidad, el errecinco era de mi abuelo.
Casi era verano cuando el viento le voló la memoria
y nunca más recordaría ya ni el errecinco, ni mi nombre,
ni las estaciones, ni los rostros.
Mi madre guarda fotos del abuelo con preciosos coches ajenos.
Conducía aquellas cajas de música
como el que baila con la chica más linda,
y, minucioso, limpiaba los lujosos coches ajenos
de chapa negra y volante de cuero.
Mi abuelo también tuvo sus propios coches:
un Renault ocho, al que llamaba erreocho, y después un errecinco.
Los trataba como si fueran Maserattis.
Los conducía con la pericia del chofer discreto,
lo mismo que hacía con sus queridos coches ajenos.
Casi era verano cuando un día
el viento le voló lo ajeno y lo propio,
quedó ausente de memoria,
inhábil para recordar
que el último coche de su vida
fue un errecinco granate metalizado
que yo acabaría conduciendo.
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