De Miguel Ángel Ortiz Albero...y gracias por hacer la vida más divertida
porque la herida es el comienzo del ángel,
como a todos los hombres de buena voluntad se dice,
he de sentar mis llagas a la mesa con vosotros
para infectarlas, una a una, en vuestros versos
porque la herida es el comienzo del ángel,
como confieso que a mí también se ha dicho,
he de sentar mi silencio a vuestra mesa
para decir con él lo que dice cada herida
y del silencio me abraso en el rumor del fuego
de quien siendo árbol, como el otro, en bosque arde
y en ibones se hace hielo, velando en sombra las últimas luces
y pues no son nada dos años después del año de la rata,
retomaré los inviernos de venas heladas, coronando a otro rey,
la misma reina, envuelto en el humo anónimo de otras palabras
y haré de escuchar el deshielo mi oficio,
saltador de pértiga, fuera del texto, que asciende a Dios
para escuchar música y plegarias en cada gasolinera
y escucho ahora la fiesta del juicio final sin partitura,
la rítmica sección que ahora me bebo
sin aprender, dos veces, a tocar la trompeta de Chet Baker
y así me haré todo el daño de una sola vez, ocho días antes
o después de la nada y con el sueño cambiado y la ropa de ella
sobre la silla que es mía, pues que sólo soy el dueño de esa silla
y marcharé al infierno porque suele mentir la escritura,
como el arte de los labios de las mujeres y los libros de historia,
como las mariposas muriendo como orugas al igual que los poemas
y así tejo y destejo esta bufanda a la que llamaremos Laila,
para cuando el frío de tener el cuchillo atravesado,
para cuando no hagan falta más tomas, o todas sin embargo
porque la herida es el comienzo del ángel,
anotaré en este cuaderno todos los tesoros de Damiel y Cassiel,
anotaré todas las cosas porque bajo el cielo seré todas las cosas
hasta fundirme en la negra canción que silva el viento de la noche
porque la herida es el comienzo del ángel,
como ahora os digo yo a vosotros,
habré de sentarme en adelante a vuestra mesa, habré de sentaros a la mía,
porque yo no leo a mis contemporáneos.
como a todos los hombres de buena voluntad se dice,
he de sentar mis llagas a la mesa con vosotros
para infectarlas, una a una, en vuestros versos
porque la herida es el comienzo del ángel,
como confieso que a mí también se ha dicho,
he de sentar mi silencio a vuestra mesa
para decir con él lo que dice cada herida
y del silencio me abraso en el rumor del fuego
de quien siendo árbol, como el otro, en bosque arde
y en ibones se hace hielo, velando en sombra las últimas luces
y pues no son nada dos años después del año de la rata,
retomaré los inviernos de venas heladas, coronando a otro rey,
la misma reina, envuelto en el humo anónimo de otras palabras
y haré de escuchar el deshielo mi oficio,
saltador de pértiga, fuera del texto, que asciende a Dios
para escuchar música y plegarias en cada gasolinera
y escucho ahora la fiesta del juicio final sin partitura,
la rítmica sección que ahora me bebo
sin aprender, dos veces, a tocar la trompeta de Chet Baker
y así me haré todo el daño de una sola vez, ocho días antes
o después de la nada y con el sueño cambiado y la ropa de ella
sobre la silla que es mía, pues que sólo soy el dueño de esa silla
y marcharé al infierno porque suele mentir la escritura,
como el arte de los labios de las mujeres y los libros de historia,
como las mariposas muriendo como orugas al igual que los poemas
y así tejo y destejo esta bufanda a la que llamaremos Laila,
para cuando el frío de tener el cuchillo atravesado,
para cuando no hagan falta más tomas, o todas sin embargo
porque la herida es el comienzo del ángel,
anotaré en este cuaderno todos los tesoros de Damiel y Cassiel,
anotaré todas las cosas porque bajo el cielo seré todas las cosas
hasta fundirme en la negra canción que silva el viento de la noche
porque la herida es el comienzo del ángel,
como ahora os digo yo a vosotros,
habré de sentarme en adelante a vuestra mesa, habré de sentaros a la mía,
porque yo no leo a mis contemporáneos.
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