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ZarAGOTA

la fina tristeza vs la luz de Carmen

Ayer, bueno, aún no me he recuperado y creo que me va a costar mucho hacerlo. El pequeño desastre, el atasco, la tardanza... los choques y encuentros. Sólo quiero volver a disculparme con Carmen y reflexionar, sobre los hechos y las personas.

Hoy sale una reseña de Villagrasa en el Heraldo de Parque de Atracciones.

Escribí este texto por y para Carmen y sus Cinco días en Agosto. Como ayer no pude por distintas circunstancias personales y ajenas leerlo de la manera que yo considero que Carmen lo merecía, bueno, pues lo pongo acá.

Cinco días en Agosto

 

            Carmen Ruiz antes de llegar aquí deslumbró en los informativos de la televisión preautonómica –me encanta esta frase, la parte de la televisión preautonómica, creo que se lo escuché o leí en alguna biografía-, hizo teatro para alimentar sus instintos y raspar las paredes de sus días, se unió a una pléyade de freaks en el circo ambulante de aquel delirio que fue Confesiones de Margot-integrándose rápidamente, algo de raro, algo de freak habrá tras el rostro luminoso de nuestra querida Carmen que siempre está ok, como diría Manuel Vilas, aunque ella no lo esté entre los peculiares-y ahora se deja caer como una gota de esperadísima lluvia entre las más variopintas asociaciones de perdidos líricos-esos que no son capaces de mover el imaginario sistema de anquilosadas placas tectónicas de la ciudad ella, como vosotros, estáis aquí para divertiros y escribir, escribir, vivir, no para provocar terremotos que luego no siente nadie-

 

            Hoy vuelve a ofrecernos una de sus escasísimas exhibiciones públicas, nos trae este libro, Cinco días en Agosto, un texto maduro que es la exposición de una alma curtida y a la vez frágil. Es un libro bellísimo, cercano, un libro que se basa en las dos referencias clásicas en la literatura de Carmen: el paso del tiempo y el amor, el amor concebido como una relación entre dos personas que se salpican la una a la otra en busca del salto perfecto.

 

El paso del tiempo, sí, enmarcado entre las deudas que la infancia y la adolescencia tienen con su existencia presente, el paso del tiempo que no ha traído el alivio prometido de la madurez, que ha retorcido la pipa del opio que es el olvido. El mismo tiempo que discurre eterno, los días como agua tranquila bajo el puente, el tiempo de lo cotidiano y las baldosas mal colocadas pero con encanto, el mismo tiempo que ve como el conflicto interno abrasó la monotonía y la convirtió, de inmediato, en algo que el autor, que Carmen, nunca hubiera pensado extrañar ni desear con tanto ahínco.

 

            Y es ahí, en ese momento de ruptura, cuando surgen las pequeñas anécdotas de la vida conyugal, el dorado erotismo que resbala sobre los charcos lúbricos del ayer... aquello que se confabula para aumentar la sed de todas las sensaciones pasadas, una sed a la que ella, como yo, creo que somos esclavos. Es cuando las relaciones, la Relación con mayúsculas entra en el libro y arrasa todo a su paso, cuando se impone la búsqueda de la poción que roba el recuerdo, cuando para alejarse del dolor Carmen se convierte en el extraño, el tercero, cuando ya no hay aguarrás ni sosa, ni álcali suficiente para arrastrar de sus pieles las huellas que mutuamente se han depositado Es entonces cuando el texto se concierte en un salmo, un salmo de exigencias, reproches-a él y a ella-, cuando la intensidad emocional rebasa los dedos de la autora e ilumina, ilumina los lugares más sombríos.

 

            Carmen guarda versos también, y eso me gustaría destacarlo, porque considero en ese punto su voz muy cercana a la mía, guarda versos para lo que el mismo Ángel Gracia, que hoy está sentado junto a nosotros, definió-y disculpad si no son las palabras exactas, era un bar, había ruido: el tributo a nuestros ancestros, bueno, quizá ya digo que no fuera su expresión tan rimbombante, es la importancia de la herencia, la familia, nuestros padres, abuelos y hermanos, los que con su cariño y atenciones han hecho crecer a una generación mucho menos rupturista e iconoclasta que las anteriores, y aunque salda cuentas con su pasado sin venganza lo hace también sin vergüenza, con la necesidad de mostrar a su familia, a su asidero, que las cosas van bien, que no tenéis que preocuparos por mí, que habéis hecho bien vuestro trabajo. Esa voz, esas palabras que dicen, vosotros hicisteis vuestra parte, lo hicisteis muy bien, a partir de ahora es responsabilidad  mía todo lo que suceda. Eso está en la obra de Carmen y está, por supuesto, está, en mi opinión, en algunos de los pasajes más hermosos del libro.

 

De la arquitectura de los versos supongo que se encargará Ángel, que sabe mucho más de estas cosas, yo prefiero tratar la música que tamborilea en mi cogote cuando releo las páginas, los adagios que se tornan en réquiems, la fugas luminosas, la canción del barquero paganizada...porque es esa música, y uso el título del primer libro de Carmen, esa música para perros, el resumen de Cinco días en Agosto, un libro que abre los anhelos y las inquietudes de Carmen como si fuera un regalo no deseado. Un libro que no quiere camuflar sus saltos emocionales quiere descuartizarlos para que después con ellos el poema y el tiempo escriban un alegato hermoso y sincero al único lema que debe servirnos, que debe servirte Carmen: Hoy es el primer día del resto de tu vida.

 

3 comentarios

Teresa -

off topic: que no tenemos vergüenza torera, que el otro día con las prisas nos fuimos del mármara sin despedirnos... pues eso, besicos, aunque tarde ;)

Carmen -

Que fue lindo, Octavio. Que la demora no importa. Que siempre me quedarán tus palabras... y que gracias

Javier López Clemente -

El texto fue ganando conforme recuperabas la respiración y olvidaste que no era el día de Tonetis, era el día de poetas finos y con talento, como los tres espadas protagonistas de la presentación (de Nacho Escuín he leído muy poco)

Salu2 Córneos.