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ZarAGOTA

Los maestros

             En este comienzo del verano los alumnos se despiden de las escuelas hasta el próximo septiembre, dejando a sus profesores con la tarea rutinaria de pasar las notas a los informes y  cerrar los cursos hasta la vuelta en el siempre aparentemente lejano septiembre. Pero no todos los maestros van a volver, son estos días también momento para despedidas y jubilaciones y conozco dos ejemplos de primera mano: el grandísimo poeta Ángel Guinda que da sus últimas clases magistrales en una barriada de Madrid y mi tío Octavio Gómez García, que después de muchos años decía adiós a sus compañeros del Calixto Ariño, La Granja, aquel colegio que estuvo durante mucho tiempo en el lugar donde se terminaba Zaragoza.

 

            Son maestros de una generación difícilmente repetible, los maestros que tuvieron que formar a las primeras promociones de niños y niñas después de una guerra, los que quemaron su juventud, con dieciocho años recién cumplidos, en su puesto de maestro rural, de pueblo en pueblo, en una España aislada y vertical en la que ellos eran una bocanada de aire fresco, los que vivieron una transición política complicada y amoldaron sus modos de enseñar a los nuevos tiempos que corrían en España, los que descubrieron a finales de los ochenta que no todo lo que los gobiernos democráticos y cargados de promesas resultaba tan magnífico como se propugnaba- y se plantaron, siempre con la mirada puesta en su deber, en sus pupilos-, los que sufrieron las reformas educativas más absurdas que un país europeo civilizado ha implantado-ese delirio permanente que es la LOGSE, de fotografía, lenguas vernáculas desaforadamente hambrientas y eliminación de la palabra suspenso-, los que tuvieron que amoldarse de la manera más coherente que pudieron a la progresiva pérdida de autoridad en sus aulas frente a un conglomerado de moralidades baratas y modismos ajenos al proceso educativo. Todos ellos, que continuaron a pesar de todo preocupados por cada uno de sus alumnos, sin desfallecer, año tras año, curso tras curso.

 

            A todos aquellos que se despiden estos días, llevando su magisterio con ellos y el recuerdo en los cientos de chicos y chicas que pasaron por sus aulas y a los que entregaron una buena parte de sus vidas de manera generosa, a Octavio Gómez García, a Ángel Guinda, a muchos otros...porque ellos dejaron una impronta de responsabilidad, ilusión y coherencia de la que España se seguirá alimentando durante muchos años.

 

            Si no terminan de reventar la escuela pública, claro.

Columna aparecida hoy 2 de Julio en el Heraldo de Aragón (versión extendida)

4 comentarios

Rafa -

Sencillamente genial. Nada más que comentar ya que "el maestro" lo ha dicho todo. Pero lo importante en este país es que el primer hombre embarazado a dado a luz. Un sinvivir.

Enrique -

Enhorabuena, Octavio. Me ha parecido muy buena y muy cierta tu columna. Muy necesaria en un país que trata de manera indigna a las personas que ejercen la que es la profesión más importante, la de formar a los chavales. Es necesario un reconocimiento público de los maestros y una mejora de sus condiciones de trabajo. Ojalá tu columna sea un primer paso de ello.

ana m. -

qué bien. el tío ángel seguro que está contento y orgulloso también.

muak!!!

un maestro -

CON UN PAR

Una vez leída tu columna, acuden a mi cabeza dos palabras: verdad y valentía.
VERDAD, porque demuestras un profundo conocimiento de lo que ha sido la Escuela Española (con permiso) durante estos largos años, conocimiento que te viene dado por poseer la mejor arma del sabio..."saber escuchar"
Eres "sabio" en el real sentido de la palabra. Has sabido bucear en los recuerdos de quienes te precedieron, has sabido comprenderlos y has sabido expresarlos y... éste, que no tiene tus valores, agradece desde aquí, que usando de tu palabra hayas escrito sobre muchas de las cosas que sucedieron y han sido casi olvidadas.
Y... VALIENTE, porque has dicho, en un momento en el que sólo hay que escuchar lo "politicamente correcto" y lo preestablecido por esa sarta de ignaros que se van quedando con lo que les dicen y nada de lo que debieran averiguar, las verdades de aquel famoso barquero...
De nuevo: muchas gracias.

Un maestro agradecido