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ZarAGOTA

La soledad de las vocales y Discotèque

La soledad de las vocales y Discotèque

Esta semana he estado leyendo La Soledad de las vocales de Jose María Pérez y he vuelto al Discotèque de Félix Romeo-bendita biblioteca, de libros manoseados y grasientos-. Dos estilos en apariencia opuestos pero que terminan siendo ejemplos de vanguardia literaria. El primero, La Soledad de las Vocales, es un libro trepidante, árido, concatenado, donde la percepción de la realidad es manejada exclusivamente por el autor subjetivo, habitante de una pensión, de una habitación barata en un hotel acabado, que comparte con peculiares personajes-uno de ellos ni más ni menos que Manuel Vilas, con su negro Baltasar, con su obsesivo Audi 100 desguazado-en una sucesión circular e infinita de alcohol, nadadoras olímpicas y sensación de final de partida. La Soledad de las Vocales es un libro estupendo, difícil, muy difícil, un libro en el que la historia no transcurre, sólo se dibuja a lo largo de las páginas. Es, también, un libro postmoderno, fragmentario en su estructura circular y repetitiva, con obsesiones colgadas de chinchetas en el techo de la habitación, un libro magnífico pero que sólo se puede escribir una vez. Una novela que agota el género en esta primera escritura. Es curioso, un vez que alguien escribe La Soledad de las Vocales no puede volver a la misma novela nunca más (a menos que quiera repetirse y todos sabemos que un chiste contado dos veces no tiene la mitad de gracia, no tiene nada).

 

Leí Discotèque hace un montón de años. Recuerdo haber leído Dibujos animados en su momento por dos razones: que salía en la misma colección donde habían publicado Héroes y Caídos del cielo de Ray Loriga y que el autor-Félix Romeo- era zaragozano como yo. Pero Dibujos animados no me dio lo mismo, ni era tan rockero ni tan zaragozano como yo esperaba. Pero sí Discotèque. Discotèque era agresivamente zaragozano, con obsesiones que ahora, volviéndolo a leer, empiezo a entender como propias: Perico Fernández, el auténtico underground aragonés, la guerra de Marruecos, la violencia contenida que nos obliga la desesperación. Leo ahora Discotèque y entiendo el origen de la novela fragmentaria, veo cómo se podían llevar los personajes de Barry Gifford a Monegros sin resultar falso o acartonado (tome nota señor Fernández Mallo), un ejercicio que otro aragonés, el oscense Oscar Sipán, también realiza con mucha habilidad. Me gusta haber retomado Discotèque ahora, entiendo muchas cosas. Y más con El Plata y Casa Lac de nuevo abiertas.

1 comentario

Antonio -

En otra línea, aunque a la vez parecida a Romeo, el libro de Pérez Andújar "Los príncipes valientes" (Tusquets) sorprende al mostrar la iniciación desde la niñez a la realidad y a las mentiras maravillosas de los libros. Para muchos, de lo mejor de los últimos años.

¿No podríais hacer un esfuerzo, con las rusas y músicos, y acercaros a Barcelona?, por favor.