El amor en tiempos de merca
La noche devora a sus hijos…
el título no es mío,
una obrita de Daniele Veronese
-la compré en Buenos Aires
para impresionar
a una mina que conocí
cuando estábamos presos
en Hiroshima.-
Pero fue Caos,
me ingirió
porque ella era la noche.
Murmuraban sus ojos ópalo:
“machácalas más
no me gusta encontrarme piedras”
Esa naricilla hecha
para baños iluminados
y trozos pequeños,
mira cómo su dulce cuerpo
se contorsiona
y puedo lamerlo
un segundo, dos terceros
tres cuartos,
un beso brusco
como un pago a destiempo
por todo ese hambre.
Claro, Caos se marchó
con otro, a una ciudad
diferente,
se perdieron
sus pechos leves
y los quejidos de los tacones.
desapareció todo.
(Che, pibe, pero el peso era enorme, toda esa tristeza, cuando se abrió y te quedaste parado, como un auténtico boludo…Mira tío, hay cosas que me encantaría tener que seguir soportando. Tiña con gusto no pica, ¿ no os enseñan eso en el Jardín Japonés? Ahora, te podrías apartar, trato de escribir un poco. Gracias.)
Normalmente no cuelgo poemas y menos algunos tan antiguos como este... de Por qué no nos hicimos todo el daño de una sola vez (Ed. Devenir, 2005), pero es uno de los favoritos de Manuel Forega y las cosas cibernéticas siempre acaban conectando.
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