Todos los ojos de la ciudad
Los ojos de la ciudad son besos que limpian el óxido
que arrastra nuestros corazones metálicos,
nuestros corazones que alimentan el Huerva,
cada Diciembre, puntualmente.
Los ojos de la ciudad hierven por las esquirlas
de humo brumoso que el Cierzo sopla sobre ellos,
y así ya no ve tu cuerpo, como savia nueva
que alimenta los días extraños.
Los ojos de la ciudad son guía para estas calles,
eternas y cubiertas de sarmientos secos,
donde los sueños de los perros se acumulan
como polvo sobre los cristales de las tiendas.
Los ojos de la ciudad te buscan, mi amor,
porque tú comprendes su sed de granos de trigo,
su hambre de vientre y sangre y pupilas
y su aullido en mitad de la noche extrañando a sus hijos.
Los ojos de la ciudad recuerdan nombres de árboles
que ya no existen, especies imposibles, flores de plástico
que a la fría luz de los descoloridos graffitis
se doblan mortecinas.
Los ojos de la ciudad dibujaron tubos terribles
que escupieron gases silenciosos,
gases que destiñeron el maquillaje de sus portales,
como el humus violento sobre el pan negro del alba.
Los ojos de la ciudad bizquean brevemente
cuando las palomas alimentan a sus crías
en el refugio improvisado de un periódico descolorido,
se cierran con la lluvia rojiza imprevista
y sienten que mañana por la mañana
podrán mejorar las cosas.
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Javier López Clemente -
Salu2 Córneos de astigmatismo