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ZarAGOTA

De copas con Cronos

 

La semana pasada dos de los mejores poetas de Aragón presentaron sus libros: Manuel Vilas CALOR y Manuel Forega Ademenos. En el acto de este último además hizo una incursión desde su exilio de años el gran Ángel Guinda, escritor faro para muchas generaciones de aragoneses. No hubiera sido más que dos momentos más en la carrera de estos excelentes escritores si no fuera por la mezcolanza de generaciones que se respiraba alrededor de ellos. Me explico, si echamos la vista atrás cualquier nueva hornada de artistas siempre ha tratado de elevarse y alcanzar un lugar preponderante en el ambiente cultural de la ciudad mediante la ruptura con todo lo anterior. Es una práctica que viene desde las vanguardias y llega hasta los años setenta y ochenta, donde el rumor iconoclasta del postmodernismo susurraba buscando arrasar cualquier manifestación de lo antiguo, de lo pasado. Ahora no ocurre así, los más jóvenes encuentran guía en las penúltimas muestras de lírica de los que antes que ello estuvieron abriendo el camino, los respetan, saben que su voz es una referencia a la que acudir para poder construir un discurso coherente sin dejar de ser propio. Y eso, qué quieren que les diga, es una gozada.

 

            En la música sucede lo mismo, no hay vertientes claudicatorias, no hay una negación sistemática de las canciones, las bandas, todo aquello que en Aragón alimentó el paso real a la modernidad durante finales de los ochenta y que cristalizó en una década de los noventa absolutamente genial. Se hacen versiones, tributos, se comparte escenario con respeto y admiración.

 

            Todo esto viene a colación porque podríamos ganar mucho en esta región y claro, también en España, si las nuevas hornadas de políticos y, sobre todo, los que ahora ocupan la poltrona y la degustan como si su destino fuera servirse de ella de manera perenne, echaran la vista atrás, a los años de la Transición, cuando las cosas resultaban realmente complicadas y, a pesar de todo, un puñado de personas, de todos los colores y chaquetas, fueron capaces de enhebrar un conjunto de leyes que nos han mantenido, de una manera u otro, en el camino a lo que alguna vez será una España realmente desarrollada y con vocación europea.

 

            No sé si es mucho pedir.

1 comentario

M. Martínez Forega -

Me maravilla la templanza del comentario, O., más augusto cada vez, porque, además es cierto lo que dices. Y yo creo que este eclecticismo humano (al que desde hace ya tiempo vengo refiriéndome)es algo singular, propio de esta Zaragoza (veo otras movidas muy distintas en otros lugares), y dará, estoy seguro, con lo que literariamente se va buscando. Ya se está dando. ¡Bravo!