Reseña de Ciudad de Mármol a cargo de Enrique Cebrián
Mi amigo y ex compañero de colegio, además de colega en los Cara a Cara del Maquinista de la General TV me ha dado permiso para colgar la reseña que ha realizado de Ciudad de Mármol (Ed. Cuatro de Agosto). Os recuerdo que el libro sigue a la venta en Portadores de Sueños (y si insistís en cualquier otra librería, espero)
Octavio Gómez Milián, Ciudad de mármol, Logroño, Ediciones del 4 de agosto, 2008.
Cuando se acerca el final de este año 2008 y todo parece ya condenado a la mudanza y al olvido, sorprende comprobar que todavía quedan fuerzas en los músculos del rostro de Octavio Gómez Milián para esbozar una media sonrisa, poner cara de tipo duro y sorprendernos, en ágil movimiento de muñeca, con una última bala guardada en la recámara de su revólver.
La publicación de la plaquette Ciudad de mármol es la guinda del pastel con el que celebrar un año que –como si del calendario de un emperador o de un viejo papa se tratase– podríamos denominar sin exageración como año octaviano. Y esto porque 2008 ha sido para Gómez Milián un año frenético en cuanto a creación literaria y publicación, y no sólo eso, sino que también ha servido para multiplicar y afianzar su presencia ya casi indispensable en el panorama zaragozano como dj, bloguero, comentarista de la actualidad, agitador cultural, escritor de prensa o rapsoda*.
Ciudad de mármol es un conjunto de catorce poemas en verso y prosa que –con los ecos de Leonard Cohen (presente ya en su inaugural Labios perdidos no dan dirección), Enrique Morente y Lagartija Nick– hablan de un amor ya dejado atrás, ya terminado, y que el lector adivina intermitente y breve. Un amor que en sus días finales (y quizás en todo momento, dada su corta duración) se debatió entre los malos presagios que lo acechaban y la esperanza. Los primeros se intuyen, cuando no se declaran directamente, en toda una simbología que recorre el conjunto y que se hace presente en el frío del mármol, en los huesos y los cadáveres (el autor habla incluso, en dolorosa y paradójica pirueta, de “la espina de tus senos”), en la arena que nos remite a la fugacidad del tiempo, en el omega (otra vez Morente y Lagartija), en la sangre; el optimismo, en cambio, viene representado por la luz, el mar y los mediodías, por los jugos.
Desde el principio sabemos, sin embargo –como cuando alguien te estropea el final de un cuento–, quién es el asesino.
Se sabe que la ciudad de Logroño –un hostal en la calle de los Portales– es el escenario de este amor en descomposición, de este “amor en tránsito”. “…hostales / y pensiones de alquiler, / habitaciones frías…” que recuerdan a las “pensiones sórdidas”, a los “cuartos recién fríos” del Pandémica y Celeste de Jaime Gil de Biedma.
Un escenario en el que hallamos a un sujeto poético derrotado (“…terriblemente miope, / casi ciego sin las gafas”), tragicómico (“Tiritando tras una ducha incómoda, / mi cuerpo fláccido y la ropa apestosa / en un montón…”) y con el apetito insatisfecho (“tú, obligándome con un mohín / y un sucinto Que no me mires / a dejar sin sosiego mis dientes, / sometidos a un segundo más de hambre”).
En Ciudad de mármol encontramos algunas de las que ya son las notas de estilo de la poesía de Octavio Gómez: ciertos americanismos (“rentada” por alquilada, “petate”); la influencia de poetas como Manuel Vilas en versos como “me limpio los dientes con pasta del hostal / con el nombre impreso también en el tubo, / crema blanca de dientes / en una habitación del alquiler” o en las clásicas referencias a la vilasiana ciudad de Zeta; un crescendo ayudado por enumeraciones y repeticiones en algunos de los poemas en prosa, ejemplo magnífico de lo cual fue ya Anoche me follé a Jane Birkin, del libro Con el sueño cambiado, publicado este mismo año (una técnica, por cierto, ésta del aumento de la intensidad narrativa, también deudora de Vilas y, en último término, de la poesía de un Whitman o un Ginsberg), y, por último, el juego de palabras y la utilización de mayúsculas (“TUYYO”, “la NADA abisal”).
Cierta crítica merece, según opino, el uso abusivo de la comentada referencia a Zeta. El homenaje merecido a Manuel Vilas debería mejor tener lugar únicamente a través de una asimilación y una reinvención de su poética y no tanto utilizando de manera expresa este topónimo imaginario, sobre todo cuando Octavio Gómez puso en circulación ya hace tiempo (volvemos a referirnos a su primer poemario) un término personal para denominar literariamente a Zaragoza, como era ZarAGOTA, nombre por cierto de su original y cada día más visitado blog.
Ciudad de mármol es el libro de un autor cada vez más maduro, de un lector a conciencia, de un escritor que aprende su oficio con tesón y con acierto, de un poeta que se despide de su año 2008 tras amar a una mujer que inhala un “humo azulísimo” y que es “infinita / en el narcótico”, un poeta que habla de los hombres que mucho antes que él “besaron a la paloma” y que cuenta que “(A)noche, un segundo antes, tu cuerpo de mar / se deshizo en bocanadas de speed seco, anoche / tu cuerpo de luz, apagándose”.
Bienvenidos a la ciudad de mármol.
* Terminada esta reseña, me entero de que, antes de que finalice el año, saldrá publicado en la editorial Olifante Nada mejor para esta noche, libro de poemas de Octavio Gómez Milián, que tuve la oportunidad de leer antes de ser entregado definitivamente a la editorial.
Bueno, ¡qué decir!: uno desconoce el número de huecos del tambor de este revólver.
4 comentarios
Enrique -
Martínez Forega -
Abrazos para los dos.
o. -
Alex Mister Hyde -
Si no existieras, esta ciudad tendría que inventarte.
Sigue, adelante siempre coño.
Un abrazo.